Modificación de conducta

Bajo el título “Modificación de conducta”, los profesionales de la educación canina englobamos todas aquellas intervenciones en las que un perro presenta una conducta que sus tutores consideran problemática. De este modo, la modificación de conducta se convierte en una especie de cajón de sastre donde caben multitud de conductas problema: Tirar de la correa, ladridos excesivos, carroñeo, protección de recursos, ansiedad por separación, miedos e inseguridades, reactividad, agresividad, etc.

La intervención en un problema de este tipo siempre debe partir de un análisis en profundidad por parte del profesional para intentar determinar el origen del problema, ya que, en la mayoría de los casos, la conducta problemática que el perro muestra es sólo la punta del iceberg de un problema subyacente, y sólo solucionando el problema de base, lograremos corregir o eliminar la conducta problemática.

Intentar corregir una conducta problemática sin solucionar el problema que la provoca, es como intentar solucionar una humedad en el techo de una habitación pintando la mancha. Mientras haga buen tiempo, parecerá que el problema está solucionado, pero sin arreglar el tejado, cuando empiece a llover, la humedad volverá a aparecer.

Son innumerables las causas que pueden hacer que nuestro perro desarrolle algún comportamiento que percibamos como problemático, y, cuando esto ocurre, el perro, nosotros, nuestro entorno, e incluso nuestras costumbres y/o estilo de vida, se van a ver afectados en mayor o menor medida.

Según sea dicho comportamiento, las consecuencias derivadas de las conductas problemáticas de nuestros perros también serán de diversa naturaleza y magnitud. Desde causar daños físicos (a objetos, otros perros, personas, o incluso a sí mismos), hasta provocar deterioro en nuestras relaciones sociales (reducción de nuestras salidas y/o encuentros sociales, quejas y discusiones con vecinos, altercados en la calle…), pasando por tener que afrontar gastos con los que no contábamos, o incluso, en algunos casos, hasta problemas legales.

Sea cual sea el problema de nuestro perro, suele conllevar deterioro en nuestra calidad de vida, en la de nuestro perro, e incluso en el vínculo que existe entre nosotros. En mayor o menor medida, ambos pagamos un precio en forma de desgaste emocional. Y lo sé porque he estado ahí.

Además, es habitual sentirnos solos e incomprendidos por los que nos rodean. Por eso es tan importante para mí, como profesional, ser capaz de comprenderos, empatizar con vosotros, y hacer que os sintáis acompañados en el proceso de ayudar a vuestro perro. Sólo así, podremos formar un buen equipo y trabajar codo con codo para conseguir recuperar la calidad de vida que ambos merecéis.

Sólo necesitas una buena dosis de implicación por tu parte, y un buen profesional que te guíe y te acompañe en el camino ¿Te animas a intentarlo?